sábado, 23 de noviembre de 2013

LA PRINCESA AURORA







La princesa Aurora es el personaje principal del cuento de Charles Perrault “La Bella Durmiente del bosque”, llevado al cine por la factoría Disney en 1959.
Aurora era hija de reyes, por lo que fue princesa desde su nacimiento, momento de gran celebración en su reino. A su bautizo fueron invitadas todas las hadas de la región, las cuales le otorgaron diferentes dones como regalo en su bautizo, tales como una gran belleza, una voz encantadora, el don de la música y demás preciadas cualidades personales (y de hecho así fue. Aurora gozaba de una larga y bonita melena rubia, una tez preciosa, una belleza envidiable, una excelente simpatía, …) . Pero hubo un hada a la que los reyes creyeron desparecida y no fue invitada a tal acontecimiento. Maléfica (así se llamaba) se presentó en palacio y lanzó un encantamiento a Aurora, mediante el cual buscaba su muerte, pinchándose con un huso de costura, maleficio que mitigó el hada Primavera, consiguiendo que el mismo se quedara en un sueño profundo a lo largo de cien años, del cual despertaría al ser besada por un príncipe.
Y en torno a este hechizo se desarrolla la historia con la que Walt Disney consigue hacernos padecer y disfrutar. Y eso que el padre de Aurora trató de evitar por todos los medios que dicho maleficio se cumpliera, destruyendo todos los husos del reino, salvo uno, desencadenando el mismo el maleficio realizado por tan malvada hada.
Aurora cayó en un sueño profundo (y junto a ella, voluntariamente, el resto de los habitantes del castillo), hasta que muchos años después, casualmente apareció por los aledaños del castillo el príncipe Felipe, un valiente, atrevido y bien parecido personaje, el cual movido por la intriga y la aventura, se introdujo en el castillo en busca de encontrar la respuesta a los rumores existentes sobre el mismo (unos decían que allí vivía un ogro, otros que efectivamente había una bella princesa en su interior). Así, llegó a la estancia donde se encontraba la princesa profundamente dormida, y tras besarla, ésta despertó, y junto a ella el resto del castillo.
Como colofón a tan esperado acontecimiento, príncipe y princesa se casaron, devolviendo la felicidad al castillo y a su reino.

RANPUZEL

Había una vez una pareja que desde hacía mucho tiempo deseaba tener hijos. Aunque la espera fue larga, por fin, sus sueños se hicieron realidad.
La futura madre miraba por la ventana las lechugas del huerto vecino. Se le hacía agua la boca nada más de pensar lo maravilloso que sería poder comerse una de esas lechugas.
Sin embargo, el huerto le pertenecía a una bruja y por eso nadie se atrevía a entrar en él. Pronto, la mujer ya no pensaba más que en esas lechugas, y por no querer comer otra cosa empezó a enfermarse. Su esposo, preocupado, resolvió entrar a escondidas en el huerto cuando cayera la noche, para coger algunas lechugas.
La mujer se las comió todas, pero en vez de calmar su antojo, lo empeoró. Entonces, el esposo regresó a la huerta. Esa noche, la bruja lo descubrió.
-¿Cómo te atreves a robar mis lechugas? -chilló.
Aterrorizado, el hombre le explicó a la bruja que todo se debía a los antojos de su mujer.
-Puedes llevarte las lechugas que quieras -dijo la bruja -, pero a cambio tendrás que darme al bebé cuando nazca.
El pobre hombre no tuvo más remedio que aceptar. Tan pronto nació, la bruja se llevó a la hermosa niña. La llamó Rapunzel. La belleza de Rapunzel aumentaba día a día. La bruja resolvió entonces esconderla para que nadie más pudiera admirarla. Cuando Rapunzel llegó a la edad de los doce años, la bruja se la llevó a lo más profundo del bosque y la encerró en una torre sin puertas ni escaleras, para que no se pudiera escapar. Cuando la bruja iba a visitarla, le decía desde abajo:
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
La niña dejaba caer por la ventana su larga trenza rubia y la bruja subía. Al cabo de unos años, el destino quiso que un príncipe pasara por el bosque y escuchara la voz melodiosa de Rapunzel, que cantaba para pasar las horas. El príncipe se sintió atraído por la hermosa voz y quiso saber de dónde provenía. Finalmente halló la torre, pero no logró encontrar ninguna puerta para entrar. El príncipe quedó prendado de aquella voz. Iba al bosque tantas veces como le era posible. Por las noches, regresaba a su castillo con el corazón destrozado, sin haber encontrado la manera de entrar. Un buen día, vio que una bruja se acercaba a la torre y llamaba a la muchacha.
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
El príncipe observó sorprendido. Entonces comprendió que aquella era la manera de llegar hasta la muchacha de la hermosa voz. Tan pronto se fue la bruja, el príncipe se acercó a la torre y repitió las mismas palabras:
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
La muchacha dejó caer la trenza y el príncipe subió. Rapunzel tuvo miedo al principio, pues jamás había visto a un hombre. Sin embargo, el príncipe le explicó con toda dulzura cómo se había sentido atraído por su hermosa voz. Luego le pidió que se casara con él. Sin dudarlo un instante, Rapunzel aceptó. En vista de que Rapunzel no tenía forma de salir de la torre, el príncipe le prometió llevarle un ovillo de seda cada vez que fuera a visitarla. Así, podría tejer una escalera y escapar. Para que la bruja no sospechara nada, el príncipe iba a visitar a su amada por las noches. Sin embargo, un día Rapunzel le dijo a la bruja sin pensar:
-Tú eres mucho más pesada que el príncipe.
-¡Me has estado engañando! -chilló la bruja enfurecida y cortó la trenza de la muchacha.
Con un hechizo la bruja envió a Rapunzel a una tierra apartada e inhóspita. Luego, ató la trenza a un garfio junto a la ventana y esperó la llegada del príncipe. Cuando éste llegó, comprendió que había caído en una trampa.
-Tu preciosa ave cantora ya no está -dijo la bruja con voz chillona -, ¡y no volverás a verla nunca más!
Transido de dolor, el príncipe saltó por la ventana de la torre. Por fortuna, sobrevivió pues cayó en una enredadera de espinas. Por desgracia, las espinas le hirieron los ojos y el desventurado príncipe quedó ciego.
¿Cómo buscaría ahora a Rapunzel?
Durante muchos meses, el príncipe vagó por los bosques, sin parar de llorar. A todo aquel que se cruzaba por su camino le preguntaba si había visto a una muchacha muy hermosa llamada Rapunzel. Nadie le daba razón.
Cierto día, ya casi a punto de perder las esperanzas, el príncipe escuchó a lo lejos una canción triste pero muy hermosa. Reconoció la voz de inmediato y se dirigió hacia el lugar de donde provenía, llamando a Rapunzel.
Al verlo, Rapunzel corrió a abrazar a su amado. Lágrimas de felicidad cayeron en los ojos del príncipe. De repente, algo extraordinario sucedió:
¡El príncipe recuperó la vista!
El príncipe y Rapunzel lograron encontrar el camino de regreso hacia el reino. Se casaron poco tiempo después y fueron una pareja muy feliz.






EL REY LEON

Simba es un cachorro de león y sucesor al trono, algo que no le gusta a su tío Scar y por lo que prepara un plan para ocupar el trono. Con la ayuda de tres malvadas y tontas hienas, Scar urde una treta en la que su hermano y rey Mufasa muere y que provoca que Simba crea que ha sido por su culpa y decida huir a la selva, después de que las tres hienas quisieran matarlo también. Allí conoce a un suricato llamado Timón  y a un facóquero llamado Pumba, que le adoptaran y, además de entablar amistad, le enseñan la filosofía de vivir sin preocupaciones: el Hakuna Matata. Mientras tanto, su tío Scar, en el funeral de Mufasa y su hijo Simba, toma el trono y anuncia el nacimiento de una nueva era.

Años después, un Simba ya adulto rescata a Pumba de ser comido por una leona. Ésta resulta ser su antigua amiga de infancia Nala, que al reconocerlo le pide que vuelva para recuperar el trono. El reino se ha convertido en un auténtico despropósito, mal gobernado y sin comida ni agua. Simba, que en un primer momento no quiere renunciar a su actual estilo de vida, finalmente acepta tras entablar conversación con un mandril llamado Rafiki, el cual le habla sobre su padre. En ese momento, el alma de su padre aparece en el cielo, diciéndole que debe recordar quién es y de donde viene. Después de que el alma de Mufasa desaparezca, Simba, junto con Rafiki, reflexiona sobre lo que él debe hacer y así parte inmediatamente a su hogar a reclamar el trono.
Simba, a quien en un principio todos confunden con su padre, es testigo de la decadencia de su reino y enfurecido decide actuar. Es en este momento cuando Simba obliga a Scar a revelar el secreto que guardaba todos esos años: ser el responsable por la muerte de Mufasa. Aun cuando Simba alega que había sido un accidente, Scar aprovecha, y junto con sus hienas, lo lleva hasta el borde de un precipicio. En ese momento, un trueno cae sobre el pastizal seco e inicia un incendio. Simba resbala y trata de sostenerse, con sus patas delanteras sobre el borde. Entonces Scar lo toma de sus patas y confiesa en ese momento, que él fue el verdadero asesino de su padre. Simba lleno de rabia salta sobre Scar y lo obliga a confesar públicamente. Tras una batalla final, en la que Scar termina siendo asesinado por las hienas (que eran además sus aliadas), el ciclo de la vida se cierra con el ascenso al trono de Simba, con el remate final de un epílogo, en el que Simba y Nala se casan y Rafiki presenta a la nueva y futura sucesora de ambos (Kiara).

CENICIENTA

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.estrella
   Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
 estrella  Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.     estrella
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
Hada
   La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.
   En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.
Flora   
   Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.
   Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.estrella
   Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.
   Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.
estrellaFIN estrella

EL PATITO FEO

Había una vez una señora pata que puso muchos huevos, pero uno era completamente distinto, tenía un sinnúmero de manchitas como lunares, en cambio los otros eran de un solo color, sin manchas ni imperfecciones.
Cuando se rompieron los cascarones, el patito que salió de ese huevo, lucia diferente, tenía la cabeza más grande, medía un centímetro más que sus hermanos y sus plumas eran oscuras.
Como todos se burlaban de su aspecto, hasta sus hermanos, porque no nadaba ni caminaba como los demás, era torpe y se veía muy feo, su padre se peleaba con todos por defenderlo y por más que corregía a sus hermanos, estos lo miraban como a un extraterrestre.
Fue así que el patito decidió irse para que nadie se burle de él. Una mañana hizo un atadito con su ropa y se marchó. Su madre no comprendía por qué este hijo era diferente y lamentó mucho su partida, porque conocía su buen corazón y su tristeza, pero también entendía que su hijo necesitaba encontrar un buen lugar en este mundo para ser feliz.
Así el patito feo recorrió muchos sitios y todos a su paso se burlaban de su aspecto, hasta que se encontró con el paisaje más bello que había visto en toda su vida y eso que había conocido muchos lugares en su recorrido. Llegó a una laguna donde nadaban unas aves majestuosas y bellas entre flores y plantas acuáticas de aromas dulces y colores hermosos. Eran tan admiradas por su belleza que posaban para los pintores más famosos del lugar y curiosamente invitaron al patito feo a nadar.
Sin pensarlo dos veces, el patito se metió en la laguna, y mientras corría al encuentro de estos cisnes blancos como la nieve, sus feas plumas se caían y cambiaban por plumas nuevas hasta que se transformó en otro hermoso cisne blanco.
Y colorín colorado el patito feo, en un cisne bello se ha transformado . . .







DUMBO

 

 

 

 

Dumbo

Era primavera y el largo tren del circo, lleno de maravillosos animales, payasos y artistas, corría alegremente por la pradera que alumbraba la luna.
Tiraba del tren, Caser Jr., una potente locomotora.
Las mamás cantaban canciones de cuna para dormir a sus cachorritos. La señora Jumbo era la más feliz. Estaba orgullosa de su elefantito recién nacido. Las elefantas solteronas vecinas veían encantadas al hermoso bebé.
De pronto el elefantito estornudó. ¡Achij! ¡Qué sorpresa!” Dos grandes orejas se le desenvolvieron. Eran enormes para un elefantito. “Parece un payaso”. Dijo burlona una elefanta.
“¿Jumbo?”, dijo otra, “Debería llamarse Dumbo”. En el circo “Dumbo” le dicen a los tontos.
El pequeño, al ver sus orejas, se puso a llorar. Es que, realmente, eran enormes. Pero su cariñosa mamá la acostó en su trompa y lo arruyó tiernamente.
Por la mañana, el tren se detuvo en un pueblo. Los animales y los artistas salieron a desfilar por la calle principal.
La gente aplaudía el gran desfile, pero los aplausos se volvían burlas cuando veían al elefantito de las grandes orejas.
Cuando el desfile terminó, mamá Jumbo trató de consolar a su hijito, pero unos muchachos malos vinieron a burlarse de él. Uno de ellos, tirando de una de las orejas, gritó: “Parecen velas de barco”. Furiosa, mamá Jumbo tomó el agua de un balde y dio un buen baño al malvado chico. El público se espantó. “¡Un elefante rabioso!”, gritaban mientras corrían buscando las salidas.
El jefe del circo ordenó que encerraran a mamá Jumbo en el vagón cárcel. Dumbito quedó afuera, llorando solito.
Al día siguiente, el jefe hizo que vistieran a Dumbo de payaso, para que tomara parte en un número de payasadas. Dumbo debería saltar de una casa de cartón en llamas y caer en una red de bomberos.
El público reía como nunca, pero Dumbo se sentía humillado.
El animal más pequeño del circo era el ratoncito Timoteo.
“No me gusta lo que hacen con este pobre elefantito”, gritó enojado. “Yo voy a eyudar a Dumbo”.
“Ya lo verás”, decía Timoteo. “Sacaré a tu mamá de la prisión, y a ti te voy a hacer la estrella del circo”.
“Si, señor. Vas a volar muy alto, Dumbito”
Al oír aquellas palabras, Dumbo agitó sus grandes orejas como alas. Timoteo se queró perplejo al ver aquello.
“Oye”, dijo sonriendo, “eso de volar no es mala idea; te enseñaré a volar”.
Esa misma noche, en los terrenos que rodeaban el circo, y con el maestro Timoteo, Dumbo tomó su primera lección de vuelo. Corrió, saltó y agitó sus orejas, pero no pudo despegar.
Timoteo se acomodaba siempre para dormir dentro del sombrero de Dumbo. “Pronto volarás”, dijo bostezando.
Dumbo sonrió y se quedó dormido. Entonces soñó que volaba mejor que los pájaros.
Por la mañana, Timoteo se despertó y vio cuatro cuervos parados en una rama junto a él, “¿Dónde estoy?”, preguntó, frotándose los ojos. “Estás en lo alto de un árbol”, contestaron los cuervos. Y era cierto. Él y Dumbo estaban en las ramas de un árbol. “El elefantito y tú volaron hasta aquí”, dijeron los cuervos.
Para entonces Dumbo se había despertado, y sólo de pensar que pudo haber volado, le dio un mareo. Perdió el equilibrio, y después de rebotar en las ramas… ¡al agua! Él y Timoteo cayeon en un charco junto al tronco.
“Serás famoso”, le decía el ratoncito aún empapado. “Podrás volar, ya lo verás”.
Pero cuando Dumbo intentó volar de nuevo, no pudo.
Uno de los cuervos dijo a Timoteo en secreto: “Hay que hacerle creer que puede volar”, y con un guiño dio a Timoteo una pluma, diciendo: “Dile que si lleva esta pluma mágica volará”.
El truco dio resultado. En cuanto Dumbo tomó la pluma y agitó las orejas, levantó el vuelo.
“¡Bravo!”, gritó Timoteo. “¡Qué sorpresa van a llevarse los de la función de esta tarde!”.
Dumbo sacudió las orejas, y ante la sorpresa de todos, se elevó por los aires y voló en círculos, por encima del público que aplaudía delirante.
Y Dumbo se hizo tan famoso, que tuvieron que ponerle al circo: “Gran Circo de Dumbo Volador”. Mamá Jumbo salió de la cárcel y le hicieron un vagón especial muy elegante, y en él viajaban con ella Dumbo y Timoteo con toda comodidad.





LA BELLA DURMIENTE

El cuento de La Bella Durmiente.
Érase una vez... una reina que dio a luz una niña muy hermosa. Al bautismo invitó a todas las hadas de su reino, pero se olvidó, desgraciadamente, de invitar a la más malvada. A pesar de ello, esta hada maligna se presentó igualmente al castillo y, al pasar por delante de la cuna de la pequeña, dijo despechada: "¡A los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás!" Un hada buena que había cerca, al oír el maleficio, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecería dormida durante cien años y solo el beso de un joven príncipe la despertaría de su profundo sueño. Pasaron los años y la princesita se convirtió en la muchacha más hermosa del reino. El rey había ordenado quemar todos los husos del castillo para que la princesa no pudiera pincharse con ninguno. No obstante, el día que cumplía los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar del castillo que todos creían deshabitado, y donde una vieja sirvienta, desconocedora de la prohibición del rey, estaba hilando. Por curiosidad, la muchacha le pidió a la mujer que le dejara probar. "No es fácil hilar la lana", le dijo la sirvienta. "Mas si tienes paciencia te enseñaré." La maldición del hada malvada estaba a punto de concretarse. La princesa se pinchó con un huso y cayó fulminada al suelo como muerta. Médicos y magos fueron llamados a consulta. Sin embargo, ninguno logró vencer el maleficio. El hada buena sabedora de lo ocurrido, corrió a palacio para consolar a su amiga la reina.


La encontró llorando junto a la cama llena de flores donde estaba tendida la princesa. "¡No morirá! ¡Puedes estar segura!" la consoló, "Solo que por cien años ella dormirá" La reina, hecha un mar de lágrimas, exclamó: "¡Oh, si yo pudiera dormir!" Entonces, el hada buena pensó: 'Si con un encantamiento se durmieran todos, la princesa, al despertar encontraría a todos sus seres queridos a su entorno.' La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron. " ¡Dormid tranquilos! Volveré dentro de cien años para vuestro despertar." dijo el hada echando un último vistazo al castillo, ahora inmerso en un profundo sueño.


En el castillo todo había enmudecido, nada se movía con vida. Péndulos y relojes repiquetearon hasta que su cuerda se acabó. El tiempo parecía haberse detenido realmente. Alrededor del castillo, sumergido en el sueño, empezó a crecer como por encanto, un extraño y frondoso bosque con plantas trepadoras que lo rodeaban como una barrera impenetrable. En el transcurso del tiempo, el castillo quedó oculto con la maleza y fue olvidado de todo el mundo. Pero al término del siglo, un príncipe, que perseguía a un jabalí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo. El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa.

Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio... Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos, Luego se tranquilizó al comprobar que solo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero en vano. Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se desemperezó y abrió los ojos, despertando del largísimo sueño.

Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado." El encantamiento se había roto. La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca.

Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de cantos, de música y de alegres risas con motivo de la boda. 

FIN







PINOCHO



 El cuento de Pinocho.

Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.

Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo.

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.

Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.




CAPERUCITA ROJA










 caperucita roja


Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita RojaUn día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
    Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
    De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
    Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
    Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
    El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
    La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
    Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
    El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
    Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.     
    En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.
LEER ES DIVERTIDO EN LA ESCUELA


Érase una vez una reina que, cosiendo junto a su ventana, se pinchó en el dedo y vio como la sangre cayó en la nieve. Fue entonces cuando deseó tener una hija con la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano. Y su deseó se cumplió, naciendo la princesa Blancanieves. Pero, la reina murió después de dar a luz y el rey se casó con una mujer muy bella pero muy malvada. La segunda y nueva esposa del rey era una reina bruja muy poderosa que tenía un espejo mágico.
La reina bruja solía preguntarle a su espejo una pregunta cada día:
Espejito espejito mágico en la pared, dime una cosa, ¿quién es de todas las damas de éste reino la más hermosa?
Y él contestaba:
Tú, mi reina, eres la más bella de todas.
Pero, cuando Blancanieves cumplió diecisiete años era tan bonita como el día y la reina le preguntó a su espejo, éste respondió:
Reina, estás llena de belleza, es cierto, pero Blancanieves es más bella que tú y nunca podrás cambiar eso.
La malvada madrastra de Blancanieves, celosa, ordenó a un cazador matar a Blancanieves en el bosque y, para asegurarse, le exigió que le trajera el corazón de la niña. El cazador lleva a la reina el corazón de un jabalí joven (que luego fue cocinado por el cocinero real y comido por la malvada madrastra de Blancanieves).
En el bosque, Blancanieves descubrió una pequeña casita en un claro en medio del bosque que pertenecía a siete enanos y decidió entrar para descansar. Allí, éstos se apiadan de ella:
Si mantienes la casa para nosotros, cocinas, haces las camas, lavas, coses, tejes y mantienes todo limpio y ordenado, entonces puede quedarse con nosotros y tendrá todo lo que quiera.